domingo, 21 de diciembre de 2025

Una Teología Holística del Bautismo y del Derramamiento del Espíritu Santo

Pomba 

João Cruzué

El Bautismo con el Espíritu Santo y el Derramamiento del Espíritu Santo figuran entre los temas más decisivos y, al mismo tiempo, más debatidos de la teología cristiana. Desde el Pentecostés narrado en Hechos 2, la Iglesia comprendió que la vida cristiana no se sostiene únicamente en una doctrina correcta, sino en la acción viva y continua del Espíritu de Dios. Sin embargo, a lo largo de la historia surgieron lecturas distintas: algunas enfatizan el bautismo como una experiencia posterior a la conversión, otras lo identifican con la regeneración, mientras que el derramamiento es visto unas veces como renovación espiritual colectiva y otras como momentos extraordinarios de avivamiento y misión. Las diferencias no derivan solamente de divergencias bíblicas, sino también de contextos históricos, preocupaciones pastorales y métodos hermenéuticos. A continuación, se presenta un análisis profundo del tema en nueve teólogos protestantes representativos y tres católicos, considerando en cada párrafo su comprensión integrada del bautismo y del derramamiento del Espíritu, culminando en una síntesis conclusiva.


PENTECOSTALES


Stanley M. Horton

Stanley Horton entiende el bautismo con el Espíritu Santo como una experiencia distinta y posterior a la conversión, concedida a creyentes ya regenerados con el propósito específico de capacitarlos espiritualmente para el testimonio, la misión y el ejercicio de los dones. Para Horton, esta experiencia encuentra su evidencia inicial en el hablar en lenguas, conforme al patrón recurrente observado en el libro de los Hechos, aunque rechaza cualquier comprensión mecanicista o meramente emocional de esta manifestación. El derramamiento del Espíritu Santo, a su vez, es visto como la intensificación de esta obra en el ámbito comunitario, cuando Dios visita a la Iglesia con renovación de poder, despertamiento espiritual y expansión misionera. Horton enfatiza que el derramamiento no crea una nueva doctrina, sino que reaviva la vida espiritual, renovando el compromiso con la santidad, el servicio y la proclamación del evangelio. Así, bautismo y derramamiento se complementan: el primero capacita al individuo, el segundo renueva el cuerpo de la Iglesia.

Gordon D. Fee

Gordon Fee aborda el tema con mayor cautela teológica y rigor exegético. Para él, el bautismo con el Espíritu Santo ocurre en el momento de la conversión, cuando el creyente es unido a Cristo e incorporado al cuerpo de la Iglesia, conforme a la teología paulina. Fee rechaza la noción de una segunda obra normativa y universal, pero no descarta la realidad de experiencias profundas y transformadoras con el Espíritu. En este sentido, el derramamiento del Espíritu Santo se refiere a las múltiples experiencias de renovación, llenura y capacitación que acompañan la vida cristiana y la misión de la Iglesia. Fee reconoce que tales derramamientos pueden ser intensos, emocionales e incluso extraordinarios, pero insiste en que deben ser evaluados a la luz de la Escritura y de sus frutos espirituales. Para él, el Espíritu no es un marcador de estatus espiritual, sino la presencia constante que moldea a la comunidad cristiana a la imagen de Cristo.

William W. Menzies

William Menzies es uno de los principales formuladores de la hermenéutica pentecostal clásica y defiende con claridad que el bautismo con el Espíritu Santo es una experiencia posterior a la conversión, funcionalmente orientada al empoderamiento misionero. Para Menzies, el libro de los Hechos no es solo un registro histórico, sino un modelo normativo de la acción del Espíritu en la Iglesia. El derramamiento del Espíritu Santo, por su parte, es entendido como la actualización continua del Pentecostés, cuando Dios visita comunidades enteras con poder renovado, despertando dones, avivando la fe e impulsando la evangelización. Menzies ve estos derramamientos como momentos críticos en la historia de la Iglesia, responsables de grandes movimientos misioneros y de la expansión del cristianismo. En su teología, bautismo y derramamiento son inseparables de la vocación de la Iglesia de testificar “hasta los confines de la tierra”.


REFORMADOS


Juan Calvino

Juan Calvino comprende el bautismo con el Espíritu Santo como una realidad inseparable del nuevo nacimiento. Para él, el Espíritu es recibido plenamente en la conversión, siendo el agente de la fe, de la justificación y de la santificación. Calvino rechaza cualquier distinción que produzca una élite espiritual o una segunda experiencia obligatoria, insistiendo en que todos los creyentes participan igualmente del Espíritu. Sin embargo, reconoce que Dios concede medidas variadas de gracia a lo largo de la vida cristiana. El derramamiento del Espíritu Santo, en su teología, se manifiesta en los momentos en que Dios renueva a la Iglesia por medio de la iluminación de las Escrituras, de la predicación fiel y de reformas espirituales profundas. Estos derramamientos no son espectaculares por naturaleza, pero producen frutos duraderos de arrepentimiento, obediencia y renovación de la vida comunitaria, siempre bajo la soberanía absoluta de Dios.

Martín Lutero

Martín Lutero asocia la obra del Espíritu Santo de forma inseparable a la Palabra de Dios. Para él, el bautismo con el Espíritu no es una experiencia distinta de la fe, sino la propia acción del Espíritu que crea fe en el corazón humano por medio de la predicación del evangelio. El Espíritu actúa allí donde Cristo es anunciado correctamente, trayendo arrepentimiento, consuelo y confianza en la gracia. El derramamiento del Espíritu Santo, en Lutero, ocurre cuando Dios vivifica nuevamente a la Iglesia mediante el redescubrimiento del evangelio, liberándola del legalismo y de la superstición religiosa. Aunque Lutero no enfatiza experiencias carismáticas, reconoce que el Espíritu puede actuar poderosamente en la historia, renovando comunidades enteras y conduciendo a la Iglesia de regreso al centro del evangelio de la justificación por la fe.

Jonathan Edwards

Jonathan Edwards ofrece un enfoque profundamente espiritual y pastoral. Aunque no utiliza el lenguaje pentecostal de bautismo con el Espíritu Santo, reconoce la realidad de operaciones extraordinarias del Espíritu que transforman individuos y comunidades. Para Edwards, el derramamiento del Espíritu Santo es especialmente visible en los períodos de avivamiento, cuando hay una convicción profunda de pecado, un amor intenso por Cristo y una vida marcada por la santidad práctica. Advierte, sin embargo, que las experiencias espirituales deben ser discernidas con cuidado, pues no toda emoción intensa procede del Espíritu. El verdadero derramamiento se identifica por sus frutos duraderos: humildad, obediencia, amor al prójimo y perseverancia en la fe. Así, Edwards proporciona un puente entre la experiencia espiritual y el discernimiento teológico responsable.


PROTESTANTES ACTUALES


N. T. Wright

N. T. Wright comprende el bautismo con el Espíritu Santo dentro de la gran narrativa bíblica de la nueva creación. Para él, recibir el Espíritu significa ser incorporado al pueblo de la nueva alianza inaugurada por la resurrección de Cristo. El Espíritu es la señal de que el futuro escatológico ya ha comenzado a irrumpir en el presente. El derramamiento del Espíritu Santo, en esta perspectiva, capacita a la Iglesia para vivir como signo visible del Reino de Dios en el mundo, promoviendo justicia, reconciliación y fidelidad a Cristo. Wright rechaza tanto el racionalismo seco como el experiencialismo descontrolado, insistiendo en que el Espíritu actúa para formar comunidades que anticipen, aquí y ahora, la realidad del Reino que será plenamente consumado.

Alister McGrath

Alister McGrath aborda el tema con equilibrio histórico y pastoral. Entiende el bautismo con el Espíritu Santo como parte integrante de la conversión cristiana, cuando el creyente es unido a Cristo e introducido en la vida de la Iglesia. No obstante, McGrath reconoce que la tradición cristiana siempre ha hablado de derrames del Espíritu Santo como tiempos de renovación espiritual, fortalecimiento de la fe y revitalización misionera. Advierte sobre el peligro de absolutizar experiencias subjetivas, pero también critica una teología que margina la acción viva del Espíritu. Para McGrath, el Espíritu Santo actúa tanto en la experiencia personal como en la formación intelectual y moral de la fe cristiana, manteniendo viva a la Iglesia en medio de los desafíos culturales y espirituales de cada época.

John Piper

John Piper afirma con claridad que todo verdadero cristiano posee el Espíritu Santo desde la conversión, rechazando la idea de un bautismo posterior obligatorio. Sin embargo, anima firmemente a la búsqueda continua de llenuras y derramamientos renovados del Espíritu, que producen pasión por Dios, poder espiritual y valentía misionera. Piper valora experiencias intensas con el Espíritu, pero insiste en que su propósito central es la gloria de Dios, y no la exaltación de la experiencia en sí. El derramamiento del Espíritu, para él, se manifiesta cuando Dios despierta una alegría profunda en Cristo, quebranta el orgullo humano e impulsa a la Iglesia a vivir para la gloria divina en todas las áreas de la vida.


CATÓLICOS


San Agustín

San Agustín comprende el Bautismo con el Espíritu Santo como inseparable de la incorporación del cristiano en Cristo y en la Iglesia, especialmente por medio de los sacramentos del bautismo y de la fe. Para él, el Espíritu Santo es el don del amor de Dios, derramado en el corazón del creyente para producir caridad, unidad y perseverancia. Agustín no concibe el bautismo en el Espíritu como una experiencia posterior autónoma, pero reconoce que existen derrames del Espíritu a lo largo de la historia y de la vida cristiana, cuando Dios renueva a la Iglesia en tiempos de crisis, persecución o corrupción moral. Estos derramamientos se manifiestan menos por signos extraordinarios y más por frutos duraderos: arrepentimiento, humildad, restauración de la verdad y fortalecimiento de la comunión. Para Agustín, el Espíritu es el vínculo vivo entre Cristo y la Iglesia a lo largo de la historia.

Santo Tomás de Aquino

Santo Tomás de Aquino desarrolla una comprensión profundamente sistemática del Espíritu Santo. El bautismo con el Espíritu, para Tomás, ocurre en la infusión de la gracia santificante, cuando el creyente recibe al Espíritu como principio interior de vida nueva, fe, esperanza y caridad. No obstante, distingue claramente entre la habitación permanente del Espíritu y los derrames especiales de gracia, que pueden intensificar dones espirituales (gratiae gratis datae) para la edificación de la Iglesia. Estos derramamientos no son universales ni permanentes, sino concedidos según la voluntad soberana de Dios para fines específicos, como la enseñanza, la profecía o el liderazgo espiritual. Tomás ofrece así una clave teológica decisiva: el Espíritu actúa tanto de modo ordinario como extraordinario, siempre ordenado al bien común y jamás desconectado de la verdad, de la razón y del orden moral.

Karl Rahner

Karl Rahner interpreta el Bautismo con el Espíritu Santo a partir de su teología de la gracia como autocomunicación de Dios. Para él, todo cristiano verdaderamente abierto a la fe vive, aunque sea de modo implícito, una experiencia del Espíritu. El Espíritu Santo es quien posibilita la respuesta humana a la revelación divina. El derramamiento del Espíritu, en Rahner, ocurre cuando esa presencia se vuelve consciente, transformadora e históricamente eficaz, tanto en la vida personal como en la misión de la Iglesia. Ve estos derramamientos en momentos de renovación eclesial, apertura misionera y sensibilidad al sufrimiento humano. Rahner desplaza el foco de lo espectacular a la profundidad existencial, afirmando que la acción del Espíritu se manifiesta sobre todo en la fidelidad cotidiana, en el compromiso ético y en la apertura radical al misterio de Dios.


Consideraciones Generales

La comparación entre los doce teólogos muestra que el debate sobre el Bautismo con el Espíritu Santo y el Derramamiento del Espíritu Santo no gira en torno a la existencia de la acción del Espíritu, sino a cómo, cuándo y para qué se manifiesta esa acción.

Los pentecostales ven el bautismo como una experiencia posterior a la conversión, orientada al poder para la misión, y el derramamiento como renovación colectiva que reaviva a la Iglesia. Los reformadores clásicos afirman que el Espíritu es recibido plenamente en la conversión, pero reconocen períodos históricos de renovación espiritual. Jonathan Edwards aproxima estas visiones al validar los avivamientos, siempre que sean confirmados por frutos espirituales duraderos.

Entre los protestantes contemporáneos, N. T. Wright entiende al Espíritu como don de la nueva creación que forma comunidades del Reino; Alister McGrath destaca la continuidad de la acción del Espíritu en la historia de la Iglesia; y John Piper enfatiza la necesidad de llenuras constantes que conducen a la alegría en Dios y a la santidad práctica.

Por su parte, la tradición católica, en Agustín, Tomás de Aquino y Karl Rahner, refuerza la dimensión histórica, moral y existencial del Espíritu, distinguiendo su presencia permanente de los momentos especiales de renovación.

En síntesis, a pesar de las diferencias de lenguaje y énfasis, todas las corrientes convergen en un punto central: el Espíritu Santo es esencial para la vida, la misión y la fidelidad de la Iglesia. Sea en el bautismo inicial o en los derramamientos a lo largo de la historia, es el Espíritu quien regenera, renueva y conduce al pueblo de Dios hacia la plenitud del Reino.


SP-21/12/2025



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